Agencia. La tensión sigue reinando en Nicaragua, después de que el Gobierno de Daniel Ortega derogara una reforma de la seguridad social que hizo detonar las mortales protestas de los últimos días, así como saqueos y daños a la propiedad pública.

Inicialmente, la crisis se debió a la reforma al régimen social; sin embargo, ahora las protestas tienen un objetivo más: que el presidente Ortega y su gabinete renuncien de inmediato.

«No queremos la política sandinista orteguista», aseguró un universitario que omitió su nombre por seguridad, mientras caminaba deprisa para apoyar a sus compañeros que, a escasos metros, pedían refuerzos para ahuyentar a agentes antidisturbios que se aproximaban.

Imágenes que circulan en internet.

Políticos opositores aseguraron por su parte que «la seguridad social ya no es el tema, sino la libertad de expresión, la corrupción, y tantos otros», como dijo la presidenta del Frente Amplio por la Democracia (FAD), Violeta Granera.

La presidenta del FAD, integrado por dirigentes de la antigua principal fuerza opositora de Nicaragua, sostuvo que la situación de Nicaragua «únicamente tiene dos salidas: que renuncie (Ortega) a la presidencia o que llame a elecciones libres, transparentes y competitivas, de inmediato».
«Lo que hizo Ortega no cambia la situación de Nicaragua, los heridos continúan, los muchachos siguen presos, hay más de 25 muertos, más de 100 entre desaparecidos y detenidos, siguen las demandas por la justicia, por el derecho a hablar», afirmó por su lado la dirigente del Movimiento Renovador Sandinista (MRS), Margarita Vijil.

La principal cúpula del país, el Consejo Superior de la Empresa Privada (Cosep), realizó este lunes una multitudinaria manifestación por las diferentes calles. Más de un millón de nicaragüenses acudió al llamado de forma pacífica.

Aunque la reforma a la seguridad social fue la que originó la actual crisis como lo reconoció este domingo Ortega, muchos manifestantes han dicho que salieron a las calles para reclamar por otras problemáticas, como los ataques a la libertad de expresión y prensa, los supuestos fraudes electorales y el actuar impune de la Policía.

El mandatario pinolero advirtió de que su Gobierno no va a «permitir que aquí se imponga el caos, el crimen, el saqueo» y que con el respaldo de la ley y las instituciones actuará «con la firmeza correspondiente».

La inmensa mayoría de los nicaragüenses «está condenando estos hechos y está respaldando las acciones que tomamos para restablecer el orden y la estabilidad», aseguró el mandatario, lo cual desató el enojo de los manifestantes debido a que ha sido el gobierno el responsable de la violencia.

 

La desesperación de los nicaragüenses se dio en un ambiente similar a una guerra, con calles atravesadas por barricadas, el humo de llantas que habían sido quemadas, cenizas de las banderas del oficialista Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), y figuras de hierro llamadas «árboles de la vida», representativos de los gustos de la familia presidencial, tumbadas.

La iglesia católica hizo público su abierto respaldo a los manifestantes y ofreció sus templos como refugios en medio del aplauso de sus feligreses.

Después de la derogación de las medidas por parte de Ortega, los nicaragüenses reaccionaron con comentarios en las redes sociales y muchos volvieron a las calles, lo que supone un punto y seguido con aires de incertidumbre.