Redacción– Los cien años de tradición y fe de la Hermandad de Jesús Nazareno iniciaron con un grupo de ocho muchachos que se reunieron para marchar, a la par de la imagen de Cristo, en la procesión de El Silencio.

Era la Semana Santa de 1917 y, desde hacía varios siglos, las procesiones, a la usanza española, eran comunes en la provincia de Cartago.

Es más, las primeras cofradías de las que se tienen memoria histórica datan del siglo XVI.

Para poner un ejemplo, en la iglesia de San Francisco, en el año de 1580, ya existía la Cofradía de la Santa Veracruz y se cuenta que, en el siglo XVIII, eran famosas las procesiones que se hacía, anualmente, en Semana Santa.

Cuando aparece la Hermandad de Jesús Nazareno, los habitantes de la Vieja Metrópoli, ya, conocen las cofradías y eran parte de su tradición por siglos.

Llegó el año de 1918, el superior fraile Dionisio de Llorens, viendo la iniciativo de los ocho jóvenes que acompañaban la procesión de El Silencio, fundó la Asociación de Caballeros de Jesús Nazareno.

Este grupo de caballeros no tenía uniformes, pero el interés entre la población masculina fue creciendo, los jóvenes de la época se identificaron con los actos religiosos y comenzaron a engrosar las listas de la asociación.

Así llegamos a 1923, la asociación cambió su nombre por Hermandad de Jesús Nazareno, sus participantes consultaron la historia de la indumentaria de la Guardia Romana y, entonces, todo se transformó.

El simulacro salió a la calle y el éxito fue total. La prensa alababa el orden, pero sobre todo, la fe, de aquellos soldados listos para servir.

Fue el franciscano Federico de Barcelona quien escribió al Vaticano solicitando los atuendos romanos que prevalecen hoy y, en muchos casos, han sido heredados por décadas, de padre a hijo, manteniendo viva una tradición ya centenaria que se niega a morir debido a la pasión y a la fe de todo un pueblo.

Uno de los sacerdotes franciscanos que más colaboró con avivar la llama de la tradición y la fe, en las procesiones de Semana Santa, fue Fray Isidoro de Meisquiriz (q. d. D. g.).

Su voz, recitando los párrafos de los evangelios que explican la pasión de Cristo, resonó por todos los rincones de Cartago desde 1957 por muchas décadas.

Desde la Plaza Mayor, desde el Calvario, Fray Isidoro le contaba a la población creyente católica, los que aquellos evangelistas describieron acerca de las últimas horas del redentor del Mundo.

“Cuando llegó la ceremonia, yo me quedé, nunca les había visto y, entonces, me dije ¿qué es esto? El respeto, los tambores que sonaban, los clarines, yo me quedé boquiabierto. Desde entonces, el padre Agustín, hizo la Semana Santa del 56-57, ya el 57 lo he hecho yo, excepto un año que estaba en España, y me ha ido, gracias a Dios, muy bien” explicó Fray Isidoro.

Más adelante, Fray Agustín de Barcelona propuso a la asamblea de la Hermandad su deseo de justificar, jurídicamente, a la Hermandad y sacar de ella un mejor rendimiento a favor del bien espiritual de los asociados, elevando la Hermandad a Cofradía de la Pasión.

La propuesta fue aceptada y se redactó un nuevo reglamento que tenía que ser revisado por las altas esferas de la iglesia, tanto en Costa Rica como en Roma.

El día primero de julio de 1956, fue aprobado el reglamento y la Hermandad de Jesús Nazareno se elevaba a categoría de Cofradía gozando, desde entonces, de todos los derechos que ese rango les confiere, al estar consolidada jurídicamente y, por supuesto, legalizada.

Con el pasar del tiempo, la tradición de las procesiones se popularizó por todo el país, incluso, en Cartago, varias parroquias e iglesias de distintos cantones tienen su propia hermandad, sin embargo la de Jesús Nazareno es la única reconocido a nivel nacional por la Archicofradía de la Pasión del Vaticano.

El responsable de ese reconocimiento fue el Arzobispo de San José, Rubén Odio, quien gestionó la distinción ante el Papa Pío XII, en el año de 1956.