Redacción – Correr está de moda, aunque se podría decir que siempre lo ha estado.

Los expertos creen que nuestros ancestros los homínidos desarrollaron la habilidad de correr largas distancias hace aproximadamente 2,6 millones de años, con el fin primordial de cazar animales o escapar de ellos.

El footing –jogging o running– tiene millones de practicantes en el mundo, pero existen mentes retorcidas que ven en esta sana actividad deportiva la posibilidad de esconder otros fines.

En la República de Burundi, una pequeña nación soberana ubicada en la región de los grandes lagos de África Oriental, en 2014, el dictador Pierre Nkurunziza prohibió correr para evitar que opositores políticos disfrazados de corredores se manifestasen en carreras populares o usasen los entrenamientos como forma de conspirar contra el poder.

De paso, encarceló a miembros del Movimiento Solidaridad y Democracia por promover maratones para reunir a posibles simpatizantes. Burundi es uno de los países más pobres del mundo y tiene el segundo PIB pér cápita más bajo según el Banco Mundial, después de la República Centroafricana.

Por eso, la carrera a pie es uno de los pocos deportes asequibles para la población.

Hace dos años, en España estuvieron a punto de imponerse limitaciones a correr por la calle y figuraron en el borrador de la ley de seguridad ciudadana, que no llegó a aprobarse.