Por William Alberto Méndez Garita

Politólogo, abogado y periodista


El título escogido corresponde a las palabras atribuidas al Rey Ricardo III en la tragedia compuesta por William Shakespeare, en la cual narra los últimos minutos del noble, quien en el campo de batalla -antes de morir- imploró por un caballo.

Haciendo un símil con la obra de Shakespeare, si el Presidente quiere volver a la batalla, y no perder en el arte del Gobierno, necesita remontar en el cumplimiento de sus promesas en infraestructura, en donde solo muestra un avance de 10 de 32 proyectos trazados en el Plan Nacional de Desarrollo.

Pero lo triste de la historia es que la sangre, el sacrificio y las obras de tres años de Gobierno han sido reducidas a un solo resultado: el arreglo del puente de la platina. Como bien preguntó el periodista Eduardo Ulibarri recientemente: “¿Cuándo podremos superar que la simple reparación y ampliación de un puente se conviertan en eje de la discusión nacional?.

A alguien se le ocurrió que poner al puente de la platina como la gran obra del Gobierno daría la impresión de haber resuelto el caos vial y que la gente se sentiría en el país más feliz del mundo. Hablaron tanto del puente que nadie sabe nada de las cosas buenas que ha realizado la administración Solís.

Por ello no me extraña que, el fin de semana saliera un anuncio de Casa Presidencial en el que intentan hacer visible los logros de tres años. Ahí se dice que en el actual Gobierno “se reactivan obras que estaban estancadas”, afirmación que entre líneas es un golpe a Laura Chinchilla y Oscar Arias.

Si tanto solo hubiesen dedicado la mitad del esfuerzo de propaganda que le han dado al puente a las obras que citan en ese anuncio, mucho sabríamos del avance del país.

Por ejemplo, para la mayoría de los costarricenses es desconocido o ha pasado desapercibido desde el puente de la entrada a Heredia Yolanda Oreamuno hasta el paso a desnivel en Paso Ancho o desde la situación de la carretera a San Ramón a la ruta 32 a Limón. La lista de la publicación evidencia la falta de información del Gobierno al pueblo.

Para fortuna nuestra, la semana pasada el Gobierno anunció un sitio en el que se pueden ver cosas positivas. Este proyecto –a cargo del comunicador Boris Ramirez, jefe de prensa de Casa Presidencial- hace un recuento de 1325 obras realizadas o en trámite.

Por otra parte, el país avanza en otras áreas como la reducción de la pobreza, tema que desde cualquier punto de vista debe alegrarnos a todos. También, durante los dos últimos años, el país ha utilizado cerca del 98 por ciento de energía renovable y que, ya está operando el proyecto Hidroeléctrico Reventazón.

En materia económica aumentó el Producto Interno Bruto, lo mismo que las exportaciones de bienes y servicios, aumentó el número de turistas, se redujo la tasa de inflación, pero la tasa de desempleo continúa estando en una cifra alarmante.

En el tema de corrupción, la administración Solís ve frustrado su ambicioso plan de “gobierno abierto” dado el escándalo que rodeó a la principal promotora de esta iniciativa, la viceministra de la Presidencia, por supuestos beneficios salariales indebidos.

Este triste asunto se suma al de otros cinco funcionarios de alto rango (tres viceministras, un viceministro y un Ministro) quienes junto a la funcionaria de Casa Presidencial recibieron sumados 113 millones que –aparentemente- no les correspondían.

Por mucho menos, en otras administraciones, un funcionario habría sido removido de su puesto.

Por ello creo que una debilidad del gobierno PAC es no haber emitido códigos de ética o conducta de los funcionarios públicos.

A la Administración Solís le costó mejorar en su relación con la Asamblea Legislativa. Tras pruebas, errores y fracasos fue la capacidad o habilidad del Ministro de la Presidencia Sergio Alfaro de encontrar las debilidades de las diferentes bancadas lo que le ha dado mejor resultado.

Pese al buen manejo de Alfaro, la bancada del PAC ayuna de personalidad, dubitativa, dividida, a la deriva, sin capacidad de diálogo y egocéntrica han sido una piedra en el zapato para el Gobierno.

No culpo al Presidente de la demora en obras, por los errores cometidos o por no alcanzar los mínimos propuestos. Responsabilizo a la falta de planificación y a la fijación de metas poco claras, confusas y mal orientadas.