Redacción-El Registro Civil contabiliza  desde el 2014 a lo que va del 2017, la muerte de 520 personas  por cirrosis hepática producto de enfermedades previas del hígado como la hepatitis C, hígado graso y  alcoholismo.

El 52% de estas muertes se presentó en personas entre 55 y 77 años.

Aunque un diagnóstico de cirrosis asusta a cualquiera, el director del Centro de Enfermedades del Hígado, doctor José Pablo Garbanzo, advirtió que no debe ser considerado una sentencia de muerte, pues es posible hacer cambios para lograr una mejor calidad de vida.

El especialista hizo hincapié en la importancia de un diagnóstico.  “Aunque tradicionalmente se ha relacionado la  cirrosis con el consumo de alcohol, existen numerosas causas. Una de las principales es el hígado graso, que se asocia a una inadecuada alimentación, sedentarismo y presencia de enfermedades como la diabetes.. Si los malos hábitos y el hígado graso se asocian al consumo excesivo de alcohol, las probabilidades aumentan exponencialmente”, puntualizó el cirujano hepatobiliar y de trasplante.

El doctor citó también causas congénitas como la atresia biliar (obstrucción de los conductos que transportan las bilis), infecciosas (como los virus) y causas autoinmunes en las que el paciente rechaza espontáneamente su propio hígado.

“Si se logra controlar o se elimina la causa, el paciente puede vivir muchos y muy buenos años. Si el paciente llega con una cirrosis compensada (síntomas de pocas molestas), con el manejo médico adecuado entre el 70 y el 80% va a estar bien. Es importante la valoración médica al menos una vez al año y evitar ser fatalistas”, recomendó.

Los síntomas más frecuentes de una cirrosis son cansancio, desorientación, alteración en los patrones del sueño, vómito de sangre o sangre en las heces, acumulación de líquido en el abdomen y coloración amarilla de los ojos y la piel.