Redacción- La alta informalidad que caracteriza a los emprendimientos de las mujeres y el bajo porcentaje de fincas agropecuarias operadas por mujeres constituyen dos ejemplos de las amplias brechas de género que siguen afectando a la población femenina del país.

El Vigesimosegundo Informe Estado de la Nación señala que en las fincas agropecuarias operadas por una persona física, solo un 15,6% de la tierra tiene propietarias.

La proporción de productoras es de 25% en las fincas menores de una hectárea, y baja gradualmente hasta un 5% en las grandes (cien hectáreas o más).

Es decir, las pocas mujeres propietarias en el país tienen fincas pequeñas, mientras que las de mayor extensión son operadas en su mayoría por hombres.

Por otro lado, con respecto a los hogares productores en el país, es decir, aquellos que realizan actividades productivas de bienes o servicios en forma independiente (empleadores de mipymes o trabajadores por cuenta propia), se encuentra una mayor informalidad entre las mujeres emprendedoras, las personas jóvenes y las que tienen baja escolaridad.

La Encuesta Nacional de Hogares Productores 2015 (Enhopro) estima que de un total de 371.191 emprendimientos predominan los hombres: 65% versus 35% de mujeres.

Estos emprendimientos representan un 28% del empleo nacional, con mayor peso en las zonas rurales (36%). Aportan un 30,8% del empleo masculino y un 25,1% del femenino.

Según su motivación, se pueden clasificar en tres grupos: por necesidad (46,2%), oportunidad (38,5%) y tradición (15,3%).

Las mujeres tienen un peso mayor en los emprendimientos por necesidad, que son actividades con alta informalidad, que han recibido poco apoyo financiero e institucional, que en su mayoría se desarrollan dentro de la casa o a domicilio y que tienen bajo uso de TIC’s.

En el otro extremo, entre los emprendimientos por oportunidad (con el mejor perfil) las mujeres representan solamente un 30%.

En Costa Rica, como en todas las economías en desarrollo, históricamente la participación laboral masculina ha sido superior a la femenina.

En 2015 el 74% de los hombres en edad de trabajar estaba ocupado o buscando empleo, en contraste con un 48% en el caso de las mujeres, proporción que no ha tenido mayores cambios en los últimos seis años.

Este estancamiento obedece en gran parte a la carga del trabajo doméstico no remunerado (cuido y tareas domésticas), cuyo peso recae sobre todo en las mujeres.