Edgar Fonseca
Edgar Fonseca

Édgar Fonseca M., editor www.PuroPeriodismo.com

Entonces, cuando llegue el dictador Raúl Castro y se presente ante la Asamblea General de la ONU, la delegación tica encabezada por el presidente Solís y su canciller se retirará.

Y lo hará cuando se presente Maduro que, aún delirante con el espejismo bolivariano del Siglo XXI, le echa las últimas paladas a la democracia venezolana.

Y se retirará esa delegación tica cuando llegue Correa, infame represor hemisférico de la libertad de expresión.

Y, por supuesto, no estará dicha delegación, cuando Ortega y sus secuaces se presenten, si es que llegan, a intentar darse un baño de legitimidad global antes del mamarracho electoral que se montan para noviembre al otro lado de Peñas Blancas.

Solo así y así podrá comprender la opinión pública la “coherencia” del deplorable gesto protagonizado por la delegación tica la mañana de este martes 20 de setiembre, cuando de tácito acuerdo con los regímenes de Ecuador, Venezuela, Cuba  y Nicaragua, torpedeó la presentación del presidente interino de Brasil, Michel Temer, según tuiteó solícito a las 8:15 a.m el canciller ecuatoriano.

Hasta los camarógrafos bolivarianos de la Telesur de Caracas les tenían prestos a captarles la historia el incidente…

¡Show montado!

Penoso capítulo este de nuestra diplomacia que será recordado por mucho tiempo.

Al presidente lo traiciona, otra vez, su nervio ideológico. Lo aleja de la estatura de estadista que debería intentar salvar –si es que así pretende se le recuerde– en el ocaso de su administración y, por el contrario, lo arrima más y más a los contornos extremistas bolivarianos.

Así, Costa Rica aparece en mancuerna con un bloque de regímenes tambaleantes, desprestigiados, caracterizados todos por su absoluto menosprecio a las libertades democráticas reconocidas y apreciadas a lo largo de nuestra historia.

El canciller, una persona de actitudes de templanza,  ecuanimidad y firmeza, en el agitado vaivén de las relaciones diplomáticas, se enreda en tales arrebatos lo cual no deja de ser una contradicción de cara a la debida imparcialidad que debe observar el país ante los conflictos externos, en particular en el entorno regional.

Porque ante el cataclismo institucional de Venezuela y Brasil, el gobierno tico ha observado, hasta hoy, un silencio sepulcral, ajeno a la más rancia tradición diplomática de nuestra historia, férrea defensora de los más preciados valores democráticos.

Pero con un infeliz episodio como el de la mañana de este martes, ese mismo gobierno protagoniza en el máximo foro mundial una de las mayores pifias de la que se tenga cuenta.