Redacción – Se los ubica habitualmente en las dos antípodas de un hogar. Representan una de las principales antinomias a la hora de referirse a las mascotas de la casa. Sin embargo, es hora de desmitificarlo: los perros y los gatos pueden convivir sin mayores problemas en un mismo techo.

Es cierto, unos son mucho más cariñosos que los otros. Alguno resulta más posesivo, el otro es más independiente. Pero hasta el momento nada indica que no se pueda alcanzar una convivencia natural y feliz con los dos tipos de mascotas.

Con solo tomar algunas medidas simples y una dedicación necesaria para realizar actividades en conjunto, no sólo se puede generar una convivencia armónica para las personas, el perro y el gato de la casa, sino que también se puede armar un vínculo cariñoso y de protección entre los mismos dos animales.

Saber interpretar sus necesidades, respetar sus momentos y no esmerarse en forzar situaciones que pueden conducir al beneficio exclusivo de una de las partes pueden ser factores clave para consolidar la buena convivencia.

La presentación, es primordial. El momento de la introducción de ambos animales tiene que ser elegido con cuidado. El perro tiene que estar tranquilo. Para eso, hay que sacarlo a pasear y alimentarlo bien antes. En el caso de que el perro no se calme, una opción puede ser sujetarlo y mimarlo para que el gato pueda explorar sin demasiados problemas.

Actividades conjuntas. El rol del dueño es muy importante para lograr una buena convivencia entre las mascotas. Hay que saber repartir el tiempo para jugar con ambos y, llegado el caso, intentar realizar juegos con los dos animales al mismo tiempo. Una buena dedicación unida a la actividad física podrá ser fundamental para que el perro y el gato puedan canalizar los instintos.

Crear un ambiente propio. Es importante saber respetar los espacios de los dos animales y que no se sientan invadidos en sus zonas y momentos de seguridad. Hay que habilitar un lugar de la casa para que cada uno pueda dormir por separado. Como los gatos son más territoriales, es importante colocar su comida lejos de su zona de comida. Además, las piedras del felino hay que mantenerlas lejos del alcance del perro.

Manejar la propia actitud. Es habitual que los animales reaccionen de acuerdo al estado de ánimo de sus dueños. Por eso, ante una situación de conflicto es crucial no perder los papeles y saber mantener la calma. Si el perro o el gato perciben el estrés de su dueño, la tensión con el otro animal va a ser cada vez mayor y las posibilidades de una convivencia en calma se reducirán.

No forzar. Si bien se recomienda intentar provocar actividades en conjunto o situaciones de armonía, hay que saber cuándo detener la estimulación. Obsesionarse con lograr la unión entre los dos animales a cualquier costa puede generar efectos contraproducentes. De hecho, una ayuda puede ser la observación de los detalles en los momentos que comparten el espacio. El carácter de cada uno de los animales condiciona su relación y ponerlos en una situación incómoda puede generar que su perfil conflictivo se exacerbe.